miércoles, 21 de noviembre de 2018

TRES CARACTERÍSTICAS DE LO SIMBÓLICO (P. Antonio Oliver Montserrat) Vin Cens


TRES CARACTERÍSTICAS DE LO SIMBÓLICO
Cuando no dejamos que la materia sea simbólica, sino que la percibimos como sensaciones aisladas y diferenciamos una cosa de otra, estamos dando pie al materialismo, que dispersa todo. En realidad sabemos que cada cosa tiene valor en relación a las demás.
El símbolo rememora
Leonardo Boff describe las tres características propias del sacramento: rememora, celebra y anticipa. Rememora el momento en que el sacramento nació y llenó de significado una vida o una realidad. Tomemos el ejemplo de la Eucaristía. Cada vez que celebramos la Eucaristía no solamente recordamos, sino que hacemos presente el momento en que Cristo la instituyó. Lo que sucedió hace dos mil años se actualiza en el rito. No es sólo un recuerdo de lo que Cristo hizo el Jueves Santo, sino que nos hace presentes en el momento institucional de la Eucaristía.
Hacer presente un momento y una acción del pasado no es sólo una cuestión material, sino espiritual, y por tanto la actitud de quien hace esa "rememoración" es tan importante como el acontecimiento mismo. Si tú no lo crees, el acontecimiento no tiene lugar. Pero icuidado!, simbólico no significa sólo la "presencia espiritual", sino la realidad de la materia. Luego si yo digo que, simbólicamente, estaba presente en el Jueves Santo, estoy diciendo que estaba más presente que pudo estarlo una piedra. El desprestigio a que hemos llevado lo sacramental hace que hoy, al decir que es simbólico, parece que pensamos en algo vacío, irreal y etéreo.
Es necesario revitalizar el símbolo. En el lenguaje poético decimos que metáfora es la capacidad y la posibilidad de sugerir una cosa por otra, traspasar una realidad a otra. Cuando Dante dice: ''El verde silencio de la selva... ", ha traspasado el silencio de la selva al color de sus árboles, aunque un materialista no lo quiera entender.
El símbolo celebra
Todo sacramento es una celebración, una fiesta, y como la materia es sacramento, toda ella es una fiesta. Lo sentimos por los que no lo entienden, pero toda la materia suena, canta, baila, trepida, brilla, construye y ama. Si miras un poco y no ves nada, estás ciego, porque la materia es todo esto. Por tanto, toda realidad debe ser celebrada. El nacimiento de un niño se celebra, la muerte de un hombre se celebra; ¿acaso no celebramos un funeral?, aunque lo de funeral habría que quitarlo por muy latino que sea. Lo que celebramos es la resurrección, y todo sacramento que no sea de celebración no es sacramento. Ya puede haber mil personas y el Papa oficiando, que si el funeral no "celebra" no es sacramento. Estamos en la vida para festejar.
Resumo: todo sacramento es una celebración y, además de hacer presente un acto primordial, rememora. Si no se dan estas dos características no se da el sacramento y aparece lo diabólico, que es todo lo contrario. Todo sacramento no simbólico es diabólico, y diábolos hemos dicho que significa dispersar. Si un amigo te dice con mala intención: -Ya sé que eres amigo de Pepe, pero el tal Pepe... Ese es un diablo, porque tiende a separar. Sin embargo, si te dice que ya que eres su amigo, mira a ver si le echas una mano, porque está necesitado... Éste está haciendo un gesto sacramental.
Cuando pasas por la vida y detrás de ti las cosas se dan la mano y cantan, eres sacramento. Pero si por donde pasas vas separando a la gente y ocasionas malestar, eres un diablo. Las palabras de la iglesia son buenas, lo que pasa es que a veces están viejas y apergaminadas y por eso tenemos que revitalizarlas de nuevo.
El símbolo anticipa
Así pues, todo sacramento celebra y anticipa y, además, iqué maravilla!, no sólo coge y recoge el tiempo pasado y lo hace presente, sino que coge el tiempo futuro y también lo actualiza: la materia anticipa la eternidad. Es decir, que no solamente traes aquí el pasado y cuando lo tienes lo festejas, sino que, al festejar el pasado, te nace el futuro. ¿Ven cómo la materia dispara hacia algo más que ella misma?
Por tanto, no reciban nunca un sacramento tristes, porque lo menos que nos puede pasar no es que no lo recibamos, lo peor es que recibamos lo diabólico. La pena es que los cristianos no lo sepamos. Cuando celebramos con alegría un sacramento, se abre un agujero en el cielo y sus aguas llegan a nuestra vida como anticipación del futuro.
Por eso la definición de sacramento dice que la materia es un signo que da y confiere la gracia; la gracia es lo real del absoluto que ya va viniendo. Cuando tú celebras un bautismo rememoras que Cristo lo instituyó y dio a las aguas el poder de santificar; celebras que estas aguas cargadas de eternidad caen en el alma de tu hijo y anticipan para tu hijo un camino abierto hacia la etemidad. El sacramento hace transparente el pasado que ha llegado hasta nosotros y hace transparente la realidad futura en forma de fiesta. Toda realidad, cualquier cosa, una estrella, un pino, un pececito o una mosca, son fiesta, porque dan paso a la eternidad que se hace presente, se anticipa en profecía sacramental.
Si esto que hemos dicho no se produce y no funciona, entonces funciona lo diabólico, lo disperso, que es lo que les ha sucedido hoy a los sacramentos: se han vuelto diabólicos porque se han desacralizado. Y lo más triste es que la misma materia de los sacramentos han perdido su capacidad de significar, no son fiesta y canto de etemidad.

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