¿QUÉ ES UN NIÑO?
Cuando Dios se mete en aquel lugar donde el hombre es Hombre de verdad, nace el niño de Belén, es decir, el cogollo del Hombre es el niño. Pero traduzcamos: ¿Qué es un niño?
Ante todo, un niño se presenta como un abanico de posibilidades. Un niño es un hombre para el cual todo es futuro, acaba de llegar. Es decir: la dimensión del Hombre es la infancia. Un hombre es Hombre cuando todo en él es futuro, o sea, cuando vaya a morirse con noventa años, todavía tiene más futuro que pasado, si es niño. Pero no sólo eso, sino que, además, todo lo cree posible. El niño está lleno de ilusión. Si le pintas una caja, dice que dentro hay un cordero que duerme (Recuerden 'El principito' de Saint-Exupéry). El niño, pues, crea el cordero entero. ¿No me digan que esto no es creativo? El viejo, en cambio, no sabe crear corderos...
Pues bien, cuando piensas que para ti todo es posible aunque quizá ya estés comido por la vejez o la desilusión y dices: ''De todas formas, caminamos a mejor, este mundo tiene futuro..., yo sé que mis problemas tienen solución...'', eres niño, eres un Hombre, es Navidad.
Pero si piensas que para ti todo es pasado y ya no te quedan ilusiones, o le cuentas a un joven que acaba de terminar su carrera: ''ya verás lo que te espera..., abandona la ilusión y no te dejes pisar, que no te tomen el pelo..., si te sacan un cuchillo tú enseña dos o, mejor aún, tres...'', estás matando al niño, eres Herodes y no vas al Nacimiento. (Recuerden que Herodes no está presenta en la gruta de Belén.) Es mejor que te dejes tomar el pelo sin que nadie toque al niño que eres, que reírse de la gente sin ser niño tú.
Primero: Dios viene en un niño para decirnos lo fundamental. Que no olvidemos tener un cogollo de niño, que el hombre es Hombre por donde es niño. Y ser niño significa que el futuro es todo nuestro, hacemos del futuro lo que queremos.
Segundo: la ilusión es la verdadera dimensión del Hombre. Todo es posible si tienes ilusión.
Tercero: el amor y la convivencia se hacen en el niño que juega todo el día (le dan un golpe y a los cinco minutos vuelven a hacerse amigos y siguen jugando). El amor es saber perdonar y olvidar, y meterse en el juego de la Creación. Es decir: ir creando con nuestro trabajo, con nuestra vida y, sobre todo, con nuestra forma de ser. El amor es toda la vida.
Pero volvamos a recordar algo fundamental: los viejos no celebran la Navidad ni pueden celebrarla, sólo la celebran los niños. Si tienen niños en su casa, enséñenles a celebrar la Navidad pero, sobre todo, enséñenselo siendo ustedes niños con ellos. Lo cual no suele ser difícil, porque si se introducen un poco traidoramente (a hurtadillas) en una familia se darán cuenta que los padres son más niños que los niños, y esto es maravilloso. Ahí sí hay Navidad.
La Navidad sucede y sucederá en el corazón de nuestro propio ser. Este niño que nace es nuestro ser de niños que hemos de llevar intacto a la eternidad: la capacidad de ensoñar, de futurizar y de amar.
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