miércoles, 21 de noviembre de 2018

''EL VIENTO QUE SOPLA'' (P. Antonio Oliver Montserrat) Vin Cens


La imagen puede contener: fuego y noche
Enseñanzas de Antonio Oliver Montserrat

''EL VIENTO QUE SOPLA''
Dice San Pablo que nosotros los cristianos ya poseemos el Reino, las primeras luces, las primeras semillas, la primera primavera del Espíritu, para que nos demos cuenta de que el mundo está de parto. Estamos engendrando, por eso sufrimos. Pero el sufrimiento es siempre promesa, es tierra fértil, preparada, es grano sepultado en el surco que sueña ya con la cosecha de julio.
Este mundo nuestro es un mundo sufriente. Nuestro cuerpo y nuestra ilusión están sufriendo, incluso está sufriendo nuestro cristianismo dentro de nosotros. Pero San Pablo nos abre los ojos y nos dice: mirad para dentro y veréis que en el cuerpo del Espíritu que va llegando, las cosas, sin saber cómo, se van haciendo cada vez más transparentes. Nuestro mundo se va degradando, pero otro mundo está naciendo. Mirad bien con vuestros ojos y veréis que la Creación entera (y más aún en el corazón de cada uno) es cada vez más sensible a la presencia de la amistad y la vida, que ésas son las primicias del Espíritu.
Los griegos, que sabían más que nosotros, llamaban al Espíritu de Dios ''pneuma'', EL VIENTO SANTO. Así que centremos todo esto en un TORBELLINO, en un viento grande. Y el viento pasa, y no sabes a dónde va pero intuyes que va viniendo. Hoy no sabemos adónde vamos, pero sabemos que las cosas pasan, lo que significa que el Espíritu está dentro de nosotros. Nosotros, igual que los Apóstoles, tenemos el Espíritu.
Hagamos entonces de la inquietud un surco abierto para que las semillas que espera nuestro mundo nazcan ya o den el fruto que ya tiene que dar, y leamos a Jn. 20,19-33:
''La tarde del primer día de la semana, estando candadas las puertas del lugar donse hallaban los discípulos por temor de los judíos, vino Jesús y, puesto en medio de ellos, les dijo: '¡Paz a vosotros!' Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado''.
Pero parece que Jesús tenía una cierta incompatibildad con el Espíritu Santo. Porque cuando estaba apunto de subir a los Cielos y los discípulos le preguntaron si era él quien iba a restituir el Reino de Israel, Jesús, un poco escamado de que sus discípulos no le comprendieran, les dijo: ''Os conviene que yo me vaya. Porque si no me voy, no os mandaré el Espíritu''. De modo que cuando Jesús está, no viene el Espíritu. El Espíritu viene cuando Jesús no está. Cristo y el Espíritu son incompatibles.
Cristo y el Espíritu son del mismo Ser de Dios, pero el Espíritu es la manera que tiene Jesús de estar cuando no está. ¿Y esto qué significa?. Que cuando Jesús está, las cosas hablan y quedan ahí disponibles, colocadas. Más tarde, con el tiempo y el esfuerzo, el Hombre las irá desentrañando, las irá descubriendo, las irá leyendo: ''El Espíritu os enseñará toda la verdad''.
''Toda la Verdad'' ya había estado aquí, pero el Hombre la miraba y no la leía correctamente. Han pasado ya dos mil años y es ahora cuando empezamos a descubrir nuevos rasgos en Cristo. Y pasarán un millón de años más y el Señor seguirá siendo totalmente diferente a como hoy le vemos nosotros. El Espíritu Santo, ''EL VIENTO QUE SOPLA'', sin que sepamos de dónde viene y a dónde va pero que empuja siempre, es quien ejecuta el cambio.
Si vamos conociendo, con esfuerzo, una verdad detrás de otra, si vamos descubriendo rasgos inconfundibles de la cara del Señor, que no se revela sino a través del tiempo, si vamos sintiendo nacer en nosotros las alegrías futuras o ya pintamos en nuestro rostro las montañas de la eternidad, es labor, milagrosamente, de EL VIENTO QUE SOPLA.
Y cuando el día de Pentecostés el VIENTO QUE SOPLA desciende, lo hace de tal manera que Pedro, el jefe de todos y el más terco de todos (las habitaciones de su alma debían de estar llenas de miedo y arrugas), se puso a predicar por primera vez. Y oyéndole hablar, todos quedaron boquiabiertos y lanzaron una terrible palabra: ''¡Está borracho!''. Y lo estaba, claro que lo estaba. ¡Estaba borracho de Espíritu Santo! Uno no puede asomarse a Dios sin de alguna forma enloquecer.
Los cristianos no vamos de normales por la vida, vamos borrachos y no hay que ponerle fronteras a esto. Que nuestras bodegas interiores revienten todas. Que nuestra vida esté totalmente borracha de Espíritu. Y si es así, el Espíritu, que nos llena el corazón y el cerebro y nos tiene 'locos', será el gran testimonio de que poseemos la Verdad.
Y digo 'locos' porque el mundo y las situaciones nos empujarán a pensar que no, y nosotros, locos que somos, diremos que sí. Que las cosas nos lanzarán a vengarnos, y nosotros, locos que somos, diremos que no queremos vengarnos. Que las cosas del mundo se pondrán de pie y nos gritarán que no hay por qué esforzarse tanto, que esforzarse es arar en el mar inutilmente, y nosotros, locos que estamos, diremos que seguiremos arando aunque sea en el mar. Y vendrán desilusiones por montones, ¡por paquetes!, y nos dirán que es mejor secar el corazón y cerrar las puertas y vivir dentro cada uno su propia y particular vida para que los demás no devasten nuestros interiores, y nosotros, borrachos de Espíritu, seguiremos diciendo que no, que lo mejor es tener las puertas abiertas de par en par, aunque los que nos visiten sean ladrones. Y al final tal vez incluso el tiempo nuestro se pondrá de pie para decirnos que la vida termina sin sentido donde termina, y nosotros, borrachos, contra toda sugerencia de la filosofía, diremos que queremos seguir empeñados en que la Vida empieza donde parece que termina. Y será VIENTO del Espíritu Santo.
Si el mundo de hoy es como es y tiene futuro, que lo tiene, es porque el Espíritu está guiando nuestros pasos y nuestro tiempo. El mismo titubear del mundo y de la Iglesia y el zozobrar, a veces, de nuestra fe y de nuestra vida cristiana es Presencia del Espíritu.
Donde el Señor toca, nacen primaveras. Cuando el señor llega, nace Pentecostés. Y el cristiano, si realmente lo es, es hijo del Espíritu Santo.
Queridos amigos, que esta profunda amistad nos reúna de tal modo en torno a la Mesa del domingo de Pentecostés que EL VIENTO QUE SOPLA entre por la ventana de nuestra vida, y que todo aquel increíble milagro que sucedió en la chica de Nazaret nos haga concebir dentro de nosotros al Hijo de Dios que ya somos.

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