EN LA CARA DE UN NIÑO ESTÁN TODOS LOS ESPACIOS Y MARAVILLAS (Los ''Evangelios'' de la Navidad según Antonio Oliver Montserrat)
Por toda la creación se derrama Dios. Se derrama cada vez más condensadamente hasta que, al final, logra condensar los grandes espacios de la creación en un pequeño espacio que es la carne del hombre. Hay que temblar ante la Navidad. Es como si Dios, después de millones de años de haberse desplegado en la creación a través de valles, montañas, pinos, pájaros, mariposas, amaneceres y atardeceres, al final se dijera: Todo esto, ¿cómo lo podría resumir? Estos inmensos espacios, incalculables, inacabables, ¿cómo los podría resumir en un pequeño espacio donde temblaran los chopos y los pinos, donde cantaran los pájaros y volaran las mariposas y rieran los amaneceres? Y le salió la cara de un niño. En la cara de un niño están todos los espacios y todas las maravillas. Con lo cual se nos está diciendo Io delicada que es la cara de un niño, que tenemos todos. Los que no la tenemos, hemos ajado la creación porque de los niños es la alborada del futuro y el reino de los cielos. Aquellos que no tenemos en nuestro paisaje un niño, tenemos un paisaje sin sentido. Hay que ponerlo urgentemente. Hay que alquilar un niño porque si no el paisaje no tiene sentido.
Toda la creación necesita para mantenerse a Dios en persona, pero este Dios en persona está viniendo por la creación desde el primer momento. Todo se creó para que Cristo viniera. Si Cristo no hubiera tenido que venir, jamás habría habido un río en la tierra. Ni el agua cantaría entre los guijarros. Jamás habría habido sobre la tierra la alegría de una aurora o la conmoción de un atardecer. Jamás se habría desplegado al infinito una noche con estrellas. Ni habría habido noches siquiera. Ni hubieran aparecido mariposas sobre nuestro planeta. Ni ningún hombre habría hablado ni amado en la tierra. Ninguna aventura hubiera tenido lugar y esto sería el vacío, el caos.
¿Qué es lo que hizo que naciera la primera alborada?, ¿y la primera montaña?, ¿y el primer mar?, ¿y la primera mariposa?, ¿y el primer hombre?, ¿y la primera sonrisa humana?, ¿y el primer beso humano?, Cristo que venía, eso es todo. Mejor dicho todavía, todo lo que acabo de decir es Cristo viniendo. Cuando un hombre ríe, es Cristo que viene. Cuando nace una montaña, cuando cae un atardecer tierno y sonoro en otoño, cuando un hombre se siente grande e inmortal, es Cristo que viene. Éste es el venir de Cristo. Cristo que viene suelta mariposas, suelta pájaros a cantar, suelta montañas, suelta sentimientos, suelta versos, suelta amor, suelta esperanzas, suelta visión. Y Cristo que se retira, es el mar que se va y deja la arena infecunda y estéril, eso es todo. Y así, la creación y el hombre, que es su síntesis, cobran su verdadero significado y asi el hombre va por la creación no solamente con respeto, sino con amor. Nos cuenta San Lucas que los pastores, nómadas de toda la vida, analfabetos, trashumantes, cuando se descolgaron los ángeles por las estrellas y les dijeron: "Os ha nacido el Mesías, id a verlo", los pastores, los tontitos, se dijeron unos a otros: "Vamos a ver esta palabra que el Señor nos ha enseñado". Esta palabra... podían haber dicho... cualquier cosa. "Esta palabra" y "os ha nacido el Mesías, el Rey de Israel, Io encontraréis en un pesebre, acostado". Y los pastores van y dicen, analfabetos ellos: "Vamos a ver esta palabra que Dios nos ha enviado con el rocío de la noche". Y van a ver la palabra, ésta que atraviesa de punta a cabo toda la creación, y que al final aterrizó en un portal hecha carne humana, porque la carne humana es la síntesis de la creación. El hombre es una reducción de la creación y cuando María parió a su hijo en Belén, es toda la creación la que pare con ella y se hace parto en Belén. Así, sabemos, que toda la creación ríe, y esa sonrisa suya puede abarcar una sonrisa humana en la cara de un niño. Por eso los cristianos de la primera hora vieron toda la maravilla de este nacimiento e hicieron toda la gran leyenda del anuncio del ángel. El parto de María, no es más que un breviario de lo que sucede en la extensión del cosmos. Todo el cosmos gime y pare y en un momento dado sucede condensadamente, en un gemido, un parto de la creación. En el gemido y parto de una doncella que nos engendra al que viene por toda la creación, también abreviado, que es el Logos de Dios. Esto es la Navidad.
Éste es el sentido y el término de la creación que camina hacia la Navidad. Por eso, los cristianos primitivos que sabían de esto, hablaban de que cuando Dios vino al tiempo, Dios nace, -"Navidad"-, y cuando el hombre va a la eternidad, -eso que llamamos morirse-, el hombre nace, "natalis". El día de la muerte de un hombre es el "natalis" de uno. El hombre nace cuando muere. Dios nace cuando nace, pero el hombre no. Luego, la cabaña de Belén, la tendremos nosotros el día de nuestra muerte, así como Dios la tuvo en Belén cuando nació. Dios nació entre los hombres, y el hombre, cuando muere, nace entre Dios o en Dios.
Sepamos que por los caminos de nuestra vida, que son tantos, siempre hay una cueva con telarañas y un burro y un buey, que son unos animales de movimiento desde el principio de la humanidad que esperan al Mesías.
¿Por qué no ponemos abierta de par en par la cueva y bien a punto el burro y el buey? Nada menos que el paisaje de le creación para que Dios nos nazca en el seno del alma.