¡SER HOMBRE!
iSer hombre! Abrumadora tarea; empeño agobiante. Porque, siendo el hombre la punta luminosa donde la creación que conocemos se hace consciente, sólo el hombre que es consciente de sí mismo llega a ser hombre. Ser consciente de sí es imprescindible para atacar con garantías la tarea de lograrse. Pero ser consciente de sí conlleva inmediatamente una constatación inapelable: El ser consciente es consciente de ser muchísimas cosas de las que no tiene consciencia. El hombre, por muy consciente que sea, no es nunca consciente de todo lo que es. De donde se deduce que infinidad de las cosas que el hombre es, son imposibles de ser expresadas científicamente. El saber científico y racional es incapaz de dar la fórmula del ser del hombre.
Y el hombre, en contacto con las auroras primordiales de su aparición, y con el sudor de generaciones, acertó a decir lo que de sí sabía más allá de lo que racionalmente sabía. Esas cosas, que el hombre sabe sin saber que las sabe, están depositadas para siempre en los relatos de las mitologías. Las mitologías no son fórmulas pre-racionales de un conocimiento crepuscular. Son las formulaciones en clave de lo eterno humano que late y palpita en todo hijo de Adán, más allá del pensamiento riguroso y estricto que, al pretender apresarlo, lo fija, lo paraliza, lo mata y, al final, lo expone altanero en su museo de piezas cobradas, que previamente ha abatido. El ser y la vida no se dejan enjaular.
Las mitologías abrieron de par en par todas las jaulas. Bandadas de pájaros salieron de ellas, raudos a la libertad. El problema está en saber ofrecerles la rama en que se posen. Entonces es cuando se hace la luz sobre las cosas.
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