domingo, 7 de abril de 2019

EL HOMBRE Y LO SAGRADO (P. Antonio Oliver Montserrat) Vin Cens


EL HOMBRE Y LO SAGRADO
Hay una nostalgia de los orígenes. Y es incurable, es como si creciera desde los hondos valles del alma la niebla de una morriña infinita de paisajes que son nuestros, en los que hemos vivido, pero a los que ya no podemos volver. La puerta está definitivamente tapiada. Tal es la grandeza del hombre: que es dueño y señor de territorios que no posee, que son más suyos que los que posee. Hay quien no tiene más tierras que las que posee; eso es negar la realidad de lo sacro. Hay quien está convencido de que, más allá de lo que posee, hay continentes interminables que son más suyos que los que posee. En ese caso, los que posee son la ventana por la cual se le va la morriña hacia lo; que no posee: Ha nacido en el hombre el sentimiento de lo sacro: sacro significa que lo que posee es profecía y símbolo de lo que no posee, y que lo que no se posee es más de uno que lo que uno posee.
Es lástima grande que no dispongamos, después de siglos, de un término más preciso que el de "religión" para expresar la experiencia de lo sacro. Y lo peor es que "religión" no es precisamente lo que dicen que es las "religiones" de la tierra que pretenden acaparar la "religión". Con su esfuerzo han desvirtuado la palabra. Religión es un pájaro de vuelos inalcanzables. El que dice que lo ha capturado, lo ha matado. Pero la palabra es todavía útil, si la devolvemos al original nacedero: La experiencia sobrecogida del hombre abierto de par en par al mundo incontaminado de los orígenes, a los que siempre es preciso volver. El hombre que en nosotros nos llega de paraísos perdidos, más nuestros que los desiertos que, de espaldas a la naturaleza, nos fabricamos para morir presos en ellos. Tal es el hombre de la "religión".
Religión no dice, pues, creencia en dioses o en espíritus o en ángeles o en demonios, se refiere sencillamente a la experiencia de lo sagrado. Y la experiencia de lo sagrado forma parte del ser del hombre, que lo es mucho más allá de lo que está siendo. Es la relación y parentesco con la realidad y la totalidad. Rodeado de infinidad de cosas que le solicitan y que le distraen, el hombre sabe y descubre que, más allá de todas ellas y más allá de sí mismo, hay y late un sentido de todo: que el mundo y el que hacer humano no es caótico y deforme; que hubo un día, y que volverá ese día, en que él estuvo en contacto con las fuentes de la realidad e intuyó la inmensa sonrisa de las cosas que, todas, eran suyas.
Desde entonces, los hijos del hombre tienen una incurable nostalgia creciéndoles por los valles del ser. Es lo que, desde siempre, el hombre ha llamado religión.

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