LA PLENITUD SE CONSTRUYE EN LA TIERRA
No es que ahora los humanos vayamos tristemente arrastrando cadenas por la vida y cantando como un coro de peregrinos, y que al final, cuando nos toque a cada uno, con inmensa alegría, saltemos de esta vida a otra para empezar a gozar. Esta visión no es cristiana, es judaica. El tiempo presente se logra en la medida en que la plenitud ya lo está invadiendo, y esto no quiere decir que vamos dejando trozos de cuerpo -la vasija que se rompe- para que Dios nos lo pague con la eternidad; no, hay que verlo todo en la misma línea: la creación es redentora desde el primer momento, desde siempre la redención es creación. Y tampoco hay un momento en que la redención se transforme en salvación. La encarnación es redentora en la medida en que la salvación va penetrando en ella; y la carne busca su plenitud como la creación aspira y necesita su desarrollo total. Es algo así como las capas de una cebolla, que se incluyen y necesitan para que se dé una cebolla. La capa de la Creación, la capa de la redención y la capa de la salvación, son las tres una misma realidad.
La idea retribución eterna es medieval
En la Edad Media se hablaba de una teología de la economía de la salvación. Economía quiere decir administrar la salvación. Mucha gente es heredera de esta visión medieval, y hay que tener cuidado porque esta visión es buena y mala a la vez -otra vez la paradoja. Según esta visión, el dolor y el sufrimiento humano serían los ahorros que Dios va acumulándonos para canjearlos por eternidad. Aplicaríamos así el modelo del albañil que cobra su salario al final de la semana, después de haber sudado y sufrido durante unos cuantos días sin ver ni un poco de dinero. Mucha gente tiene esta idea de la vida terrena y la vida eterna, pero esto ni es cristiano ni es verdad. No es que yo sufra ahora y Dios me lo pague en el cielo; es que cada vez que sufro, ya ha llegado la eternidad. Así sucede que si vivimos debidamente, tanto el sufrimiento como la alegría, concurren para el camino emprendido, dice San Pablo. Todo viene con nosotros, como un racimo en sazón. Cada vez que sonríes, cada vez que sufres, con ganas o sin ellas (que también funciona) cada vez que tu corazón se llena de perdón, de caridad, la eternidad se acerca. Cada vez que entregas una hora a tu hijo o a tu enemigo, la eternidad se acerca.
Esto quiere decir que tú, que eres temporal, si caminas como debes, humanamente, cuando te mueras, ya tienes la eternidad dentro, porque la has ido construyendo a lo largo de la vida; morirse es desmontar la última piedra de la tapia para que puedas entrar. El que se muere, al cerrar los ojos, los abre resucitado en la eternidad. Si uno piensa en la muerte como un largo viaje hacia la eternidad, está listo, porque le esperan las horcas del diablo. Si has de viajar es que has perdido el camino, no estás en la eternidad.
Por tanto, la eternidad no se hace cada vez que nos morimos, sino cada vez que construimos, aceptamos, o parimos la eternidad. Se pare la eternidad cada vez que se sonríe, se perdona o se guisa con cariño. Cualquier situación humana engendra eternidad y, por tanto, la salvación se va acercando cada vez más y de tal manera, que morirse no es más que dar el último paso, el que faltaba para llegar a la eternidad. Se viaja hacia el cielo y cuando te mueres llegas. Si cuando vayas al cielo, y al abrirte San Pedro le dices: "Vengo aquí a ganar la vida eterna , te contestará: -Te has equivocado de puerta, aquí no se gana la vida eterna, aquí se trae hecha. El que tenga que ganarse la vida después de muerto, está perdido.
La salvación se gesta en lo humano
Así que la vida eterna no es algo a lo cual vayamos a parar de golpe cuando nos muramos, sino algo que se ha ido adentrando en nosotros. De hecho, un movimiento de solidaridad, una inquietud humana que estamos sufriendo o gozando, unos albores de aurora que estamos intuyendo en la lejanía... todo esto es la eternidad que se acerca paso a paso hacia nosotros; y esta eternidad o salvación significa que el hombre que yo soy, en vasija de barro, mientras sufro y lloro en este mundo, estoy metiendo ríos de eternidad en mi ser, que cada vez es más de eternidad que de aquí, en la medida en que aproveche el aquí para la eternidad. Luego la eternidad no se construye yéndose de aquí, sino metiéndose en el cogollo de aquí, porque cuanto más de aquí se es y más comprometido se está con las realidades terrestres, más se fabrican las celestes. Si yo perdono a un enemigo me llega la eternidad, y no me llega sin que la sientan los demás hombres. La eternidad venida a mí suena en todos los confines del mundo. Y no se puede hacer eternidad en este mundo sin configurar al mismo tiempo el mundo en que vivo, la creación que me sostiene.
Cuando Cristo nació le sintieron venir todos los elementos, e igualmente cuando murió: la tierra entera sufrió una sacudida. Toda la creación está en el momento actual, que somos nosotros; por eso yo no puedo hacer que entre en mí una parte de la salvación sin que esto resuene en toda la humanidad y en todos los ámbitos de la creación: "ta panta en pâsi'', "todo en todos". Es una expresión maravillosa. Y si esto es así, yo no puedo cerrar agujeros de eternidad, por ejemplo, cuando descuido la educación de mis hijos y dices que si no me obedecen allá ellos; estás congelando tu eternidad y la de los que te rodean. Cuando bloqueas una luz de eternidad en tu vida, estás estropeando la sonoridad de las estrellas, los bosques se ensucian, los mares suenan peor, el aire se hace irrespirable y los humanos nos sentimos desazonados. Hay mucha gente que pone diques a la eternidad, porque no respeta lo creado ¿Lo sabemos? San Pablo dice que los cristianos deberían saberlo.
La resurrección personal
Cuando el hombre muere resucita, sin esperar al juicio final de San Mateo. Es decir, cuando yo muero, todo mi ser temporal entra en lo eterno, o viceversa. "Intra in gaudium Domine tui'': entra en el gozo de tu Señor. Y somos tan solidarios de todo que seremos felices cuando resucitemos, pero no sentiremos la totalidad de la felicidad hasta que todos los humanos lleguemos a la salvación y con ellos la creación entera. A esto lo llamamos escatología, el "ésjaton" final.
Por tanto, la resurrección de cada uno se completa en la construcción o reinstauración de todo lo creado en el Uno, al alcanzar esa densidad inconcebible, donde todo sea en todo. La armonía total de la creación que intuimos se logrará en el momento que cada uno resucite para sí, pero también para la armonía total, cósmica. Solamente se llegará, cuando al final de los tiempos, por decirlo así, los grandes ríos de la humanidad confluyan en la salvación y toda la creación se ponga de pie a aplaudir el triunfo de la aventura humana, en la cual la creación entera se sentirá liberada y definitivamente salvada, gracias al hombre. Este es el final que esperamos. Nuestra salvación es de tal categoría que no seremos totalmente salvados hasta que todo sea salvado.
La reinstauración de todas las cosas en Cristo
Como ven, el dolor tiene sentido, un sentido de reinstauración de todas las cosas en Cristo, de tal manera que su cuerpo, que somos nosotros ahora, será solamente ''pleroma", plenitud. Este es el misterio de la creación en el momento en que todas las sinfonías se logren en una eclosión universal. Será la creación entera la que, por primera vez, después de haber empezado una aventura de millones de años, sabrá para qué la empezó cuando tenga todas las posibilidades logradas. Y sabrá que Io logrado es inmensamente mayor de lo imaginado, como dice San Pablo.
Espero que esto sirva, al menos, para saber que el dolor aceptado engendra y vale más que lo sufrido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario