TODO CONTIENE LA PRESENCIA DE DIOS
Cuando negamos la ''sacralidad'' de las cosas nos sentimos autorizados a meter máquinas en los bosques de la Tierra. No nos damos cuenta que este paradisíaco mundo que nos alimenta y solaza nos hace a todos felices: a mí, y a cada uno de ustedes. ¿Han sentido alguna vez la alegría que produce un paseo de fin de semana por el bosque, o la alegría que produce sumergirse en el mar en un día de verano y olvidarse de todas las cosas, dejarse llevar por el agua y por la brisa? ¿Han pensado que todo esto, muitiplicado por millones, lo lleva cada uno dentro de sí? Nadie ha muerto por haberse enamorado del mar, en efecto, pero muchos han muerto por haberse enamorado de alguien, lo que indica el grado de potencia que todos llevamos dentro.
Todo contiene la Presencia de Dios. Ése es el significado de la ''sacramentalidad del Mundo''.
Si seguimos talando los árboles de los bosques de la Amazonia y continúa creciendo el agujero de ozono de la Antártida tendremos aire para poco tiempo. No podemos vomitar al aire contaminación sin comprometer nuestro propio ser. La inestabilidad emocional e infinidad de enfermedades que ya padecemos, las contraemos por la contaminación atmosférica. Necesitamos un paraíso donde vivir, por ello, y sin que nos hayamos puesto de acuerdo, los fines de semana huimos de la ciudad y nos vamos al bosque para serenarnos y respirar.
Y también necesitamos un espacio vital, un mínimo de metros cúbicos para vivir. La agresividad del mundo ciudadano de hoy se debe, como ya sabemos, a que habitamos en cincuenta metros cuadrados sobre el duro asfalto de la ciudad, soportando un ambiente inhumano y, por tanto, no podemos seguir siendo humanos. Lo que significa a su vez que todos aquellos que se conformen con la Razón y no hayan llegado a franquear la última puerta de la Realidad y de las cosas, carecen de Futuro alguno.
La experiencia de trescientos años de Razón, unida a la experiencia del Pasado, sí nos traslada, sí nos conduce al Futuro. Pero el Futuro es justamente el descubrimiento de que no es la Razón la que abre la última puerta aunque lleve muy lejos. La última puerta de la realidad de todo lo creado es de tal categoría, que para poder mantenerse necesita de todo lo in-visible.
No se trata pues de que aquello que veo soporte a lo que no veo, sino exactamente al revés. Sucede como en la física subatómica: lo que soporta lo que veo es lo que no veo.
Es la (in-visible) energía la que soporta y Ia mantiene a la (visible) materia que ya nos ha llevado al hallazgo de infinidad de hermosuras. Preguntémonos entonces: ¿qué será lo que nos deparará lo in-visible que ha sido capaz de crear el milagro visible? ¿Qué hay atrás de los ojos de un niño que nos mira limpia, paradisíacamente? ¿Qué hay atrás de los oios de las cosas para que miren tan enternecedoramente dispuestas y temblando de emoción?
Las cosas todas están esperando y rogando que acudamos a ellas. Que las amemos y les abramos la puerta de par en par. Que nos encontremos ante una vibración: ante un temblor de mañana que nace, de río que salta por la montaña lleno de aguas primigenias, puras, candorosas y castas (como diría San Francisco) para que, desde este paraíso, nos asomemos a las estrellas y podamos descubrir, de golpe, lo que significa la tachonada bóveda dlel cielo. Que, al final, nos enseñará el cielo y las estrellas del paraíso que llevamos dentro. Esta es la ''sacramentalidad de la Creación''.
Antonio Oliver Montserrat
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