Vin Cens
Escuché el nombre de Antonio Oliver Montserrat por primera vez poco tiempo después de regresar a casa tras un retiro en el monasterio de San José de Batuecas. Escuché a la persona que me invitó a realizar dicho retiro hablar sobre la resurrección del Señor. Me gustó y me llamó muchísimo la atención la manera tan especial en que lo planteaba. Me dijo que hablaba así porque bebía de una fuente. Dicha fuente, evidentemente, era el Padre Antonio Oliver. Ante mi insistencia por querer saber más, no hizo otra cosa que recomendarme seguir una senda, un camino, el cual llevaba directo a unos documentos sonoros que, estoy seguro, todos ustedes conocen más que bien. De repente un mundo nuevo se abrió ante mí, un pozo sin fondo del que beber y beber. Y yo tengo sed. Esos documentos, esas cintas, se han convertido en compañeros inseparables desde entonces. Las escucho y las escucho y nunca me canso. Al contrario. Llena su palabra, y no sólo por lo que dice, que lo hace, sino por lo que no dice. De ello hace sólo tres años. Sé que lo conocí tarde, pero me caló hasta los huesos. Así fue mi encuentro con el maestro, tarde pero en su justo momento.
Pasado este tiempo, creo que puedo considerarme, como ustedes, alumno suyo. O al menos, eso intento. Del mismo modo que no se es cristiano, siempre se ha de intentar ser cristiano. Y eso, en realidad, es ser cristiano. ¿Les suena, verdad?. Él, sin duda, es mi maestro.
Me chocó bastante, después de buscar más sobre él, que no fuera más conocido a día de hoy. Alguien con ese verbo tan impresionantemente claro, bello y contundente -fuente de agua viva sin duda- debería de llegar al cogollo de más personas. Es tan moderno, tan actual, tan auténtico, tan místico, sí, místico, que me pareció buena idea hacer uso de los medios actuales de que disponemos para poder, de manera humilde y desde las lógicas limitaciones del medio, dar aún más voz al mensajero desde la palabra escrita. Y sentí entonces que sería buena idea abrir una ventana en esas redes sociales que actualmente usan tantas personas en la que quien quiera buscar pueda encontrar al menos un bocado más que llevarse a la boca, como a mí me ocurrió, y probar si dicho bocado es de su gusto y seguir junto a él el camino. Siempre hacia adelante, como peregrino incansable. Es lo mínimo que puedo ofrecer por tanto recibido, y estoy hablando de bodegas. Sé que me vuelven a entender, ¿verdad?. Evidentemente.
He aquí mi pequeño y humilde homenaje al Padre Antonio Oliver. Espero sea de su agrado allá donde se encuentre.
Me hubiera gustado poder estar hoy aquí, pero como no es posible, también me hace ilusión, como el niño que intento no dejar de ser, estar sin estar.
Que el Señor nos bendiga y nos guarde siempre. Un abrazo.
José Vicente España Honrubia
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