sábado, 8 de diciembre de 2018

MARÍA - LA PUERTA ABIERTA POR LA QUE DIOS LLEGA AL HOMBRE (P. Antonio Oliver Montserrat) Vin Cens

MARÍA - LA PUERTA ABIERTA POR LA QUE DIOS LLEGA AL HOMBRE
En un soneto inolvidable Lope de Vega retrataba así a María.
Poco más de mediana estatura,
de aceituna el color, negros cabellos,
vivos los ojos y las niñas dellos
siempre radiantes con igual dulzura.
Las cejas lindas, de color oscura,
bien formada nariz, los labios bellos,
tan hermosos que hablaba el cielo en ello,
por celosías de su rosa pura.
La mano larga para siempre dalla
saliendo a los peligros al encuentro
de quién para vivir fuese a buscalla.
Esta es María, sin llegar al centro,
que el alma sólo puede retratalla
pintor que tuvo nueve meses dentro.
"Sin llegar al centro", pues ése es el retrato exterior.
Por dentro caen en cascada las maravillas.
Por dentro María es el prototipo humano de lo femenino; de lo que llega a hacer Dios cuando el hombre le abre de par en par la puerta de su ser.
En efecto, María nos está tan cerca, es tan nuclear, que traduce el núcleo de nosotros mismos; pertenece al ser de la humanidad. Su destino es nuestro destino. Su SI purifica y libera primaveralmente a la humanidad entera y, asunta al ciclo, no está ya presente desde fuera al hombre, a su destino y a su historia, sino que lo ilumina y orienta desde dentro, central a todo hombre y a todo tiempo.
1.- MARÍA ES LA MUJER DE LA FE. Se fio de Dios, y en el anuncio del ángel, incomprensible, sintió la cercanía de Dios y dijo SI al misterio. A partir de aquel momento, todo era ya posible: "Se cumplirá todo lo que te han dicho'' (Lc. 1, 45), le dijo Isabel. Dios no le explicó de antemano sus misterios, ni siquiera el de la encarnación ni el del comportamiento y la misma muerte de su Hijo. Ella aceptó el misterio, y paso a paso, en el tanteo, fue descubriendo los caminos de Dios. Sufrió, como todos, el tormento del no-saber y del no-entender. Se fio, se dejó llevar de la mano en la oscuridad y en la prueba. Y se cumplió todo lo que le habían dicho.
Y a partir de ese momento, ello se constituye en prototipo del hombre que, teniendo a Dios en el corazón, le busca incansablemente y le descubre donde otros no verían más que noche oscura o ciego, ineludible, destino. Y es el ejemplo vivo de lo que Dios presente hace en el secreto del hombre que incansablemente le busca.
La mejor manera de acercarse a las "maravillas que hizo en ella el Todopoderoso" es asomarse al mundo de lo que llamamos las prerrogativas de María. Esas prerrogativas, fruto de la acción de Dios en una mujer que cree, traducen en realidad las cargas arquetípicas del inconsciente personal y colectivo que pueblan la mente y los sueños de todos nosotros los humanos y que nos evocan un mundo en el que hemos estado y hacia el cual, cantando en el exilio, nos dirigimos; nuestro mundo más propio, tan propio, que sin él el hombre no sería humano.
María es, a la vez, evocación y profecía, la tierra virgen (inaratus ager) y la Jerusalén nueva (nova Jerusalén); el punto de donde partimos (desde el cual y para el cual fuimos creados) y la meta a la cual tendemos (lo que de verdad anhelamos).
Pasemos, pues, revista a los privilegios:
2.- MARÍA ES INMACULADA: En ella se realiza un grande y permanente sueño de la humanidad y de cada humano: Que el bien y la belleza se anticipen y venzan a la fealdad y al mal. Que hay un lugar en todo hombre donde Dios es primero. Que el infinito es anterior y más fundamental que toda la limitación que el hombre dolorosamente experimenta. Que en todo hombre hay un paraíso en el que antes que la serpiente está la alegría y antes que el tropiezo está la gracia. Que en ese lugar del hombre existe la libertad total ante los bienes y ofertas del mundo y de su seducción, donde las cosas son hermanas y amigas y danzan y cantan el gozo de la felicidad intacta. Que cuando el hombre es niño en su alma y en su carne, es capaz de llevar una vida limpia y recién estrenada, capaz de reproducir la sonrisa evocadora de las primeras auroras del paraíso, de hacer presente toda la maravilla del mundo nuevo y de la humanidad nueva que esperamos, de hacer nuevo todo cuanto toca.
Inmaculada significa que se puede y se debe vivir en una interminable ilusión, porque todo lo que esperamos se cumplirá por encima de todo lo que somos capaces de esperar e imaginar.
3.- LA VIRGINIDAD. Y si hubo un tiempo de cosas nuevas, intactas, aún no mancilladas ni contaminadas, y de un hombre amigo de Dios, ese tiempo lo lleva todo hombre en el corazón como la primera sonrisa de Dios: Es la virginidad.
Virginidad significa que sólo Dios puede estrenar al hombre y que en realidad el hombre sólo puede desposarse con el infinito. Y que, suceda lo que suceda con las cosas finitas, el hombre ha de estar permanentemente nuevo y con la ilusión en flor y en espera.
Pero Dios le llega al hombre por el lado femenino: La apertura, la disponibilidad, la capacidad de maravillarse es femenina y lo femenino es la fecundidad. Cuando la espera y la disponibilidad son ilimitadas, la fecundidad alcanza alturas insospechadas: María, virgen, lleva en el seno a Dios en persona. Ser virgen es, pues, una actitud. Una actitud, sobre todo, espiritual: De apertura, de confianza, de abandono, de expectación, la actitud ilusionada del que sabe que todo tiene sentido. En términos evangélicos, es la actitud de la infancia espiritual, la actitud del niño, que todo lo necesita y que sólo puede ser habitado por el ser, el SER, de una forma definitiva.
En ese momento, gracias a la virginidad, ha comenzado la humanidad nueva, la del cielo en la tierra, la de Dios en el hombre. El FIAT de la Virgen ilusionada y confiada hizo que Dios toma la carne del hombre y fuera uno de nosotros. El espíritu puso su fuerza, la humanidad su disponibilidad. La virginidad fue una maternidad hasta el infinito. Cuanto más virgen se es, más fecundo se es. Si, como Ella, se es virgen del todo, la fecundidad es total.
4.- LA MATERNIDAD. El ser María niña en la disponibilidad, lo femenino humano pasa a ser la tierra en la que Dios hace maravillas, en la que Él mismo viene a habitar. Así logramos que quepa y se haga realidad en nosotros aquello que desde el principio anhelamos: Que el Infinito sea engendrado en el finito que somos y con el que no nos conformamos. María, que conoció de cerca la pobreza, el abandono y el sufrimiento, la huida y el destierro (Mt. 2, 13-23), que siguió la vida y los pasos de su Hijo sin comprenderlos, que asistió a su ejecución y asumió el dolor de su despedida, es el lugar de la creación del hombre nuevo, del hombre en el que Dios es el ser. En María lo humano es asumido por Dios para siempre y como cosa suya.
Es la misma fecundidad y maternidad de la Iglesia que hace, como en Caná (Jn. 2, 5), el milagro de convertir lo humano en divino, que congrega y reúne a gentes de todos los pueblos y de todas las edades de la tierra y las hace hijas de Dios; que hace que el hombre, creado por Dios, sea a la vez en la historia creador de Dios. Hija de Dios, como María, la humanidad es, al mismo tiempo, madre de Dios, al engendrarlo constantemente en el corazón de su esfuerzo: "Vergine Madre, figlia del tuo Figlio", decía Dante. En el pasado engendramos el futuro.
5.- LA ASUNCIÓN. Cuando el hombre, en la disponibilidad de la fe, logra engendrar a Dios en su vida, la maternidad logra su cima más alta, una cima sin fin.
En efecto, en la definición del dogma de la Asunción de María al cielo, Pío XII decía: "La Inmaculada Madre de Dios (1 y 2) siempre Virgen María (3) fue Asunta en cuerpo y alma al cielo".
La Asunción es la entrada en la totalidad de sí misma, su logro definitivo como persona humana. El Espíritu en la disponibilidad de la mujer ha logrado su meta: ¡María es ella!: Todo Dios en ella; toda ella en Dios.
Y a la vez María es la profecía de lo que seremos cada uno de nosotros: Asuntos en Dios. En María se realiza la asunción del hombre, de toda la creación, de la historia, de la cultura, de la vida. La Asunción no es sólo un hecho histórico que nos llena de orgullo; es el sentido de nuestro peregrinar; es la meta que estamos destinados a alcanzar.
Jesús es el centro; María está cerca de Él. Lo que sucede cerca del centro, sucede para todos, sucede para siempre, sucede ahora.
En resumen: Si María es Inmaculada, Virgen, Madre, Asunta, eso resuena en toda la humanidad, la redime y la hace libre para siempre, porque lo que sucede en torno a Jesús constituye el quicio de la historia.
Por eso María nos está tan cerca y nos es tan nuclear. Es lo más cercano, pertenece al ser de la humanidad, es más nuestra que nosotros mismos. Su destino es ya nuestro destino. Su SI purifica y libera primaveralmente a la humanidad entera. Desde el cielo, Asunta, no está presente al hombre y a su historia desde fuera, sino desde dentro, desde el centro mismo. Es la demostración viva de lo que puede hacer la palabra de Dios en los que la escuchan y la guardan. Y es el ejemplo de la mujer abierta a la teofanía, a la manifestación de Dios, aquí y en la eternidad: En el silencio del no entender, olía a Dios, le conocía los pasos, le sentía llegar en el misterio y en la noche. Le intuía femeninamente trabajando en las abiertas profundidades de su ser.
María, madre de los hombres, le dice con su vida al hombre lo que Ella como hombre es: Un sacramento: Es el lugar donde Dios nace, donde Dios se revela, donde Dios se comunica, donde Dios llega, donde la pequeñez humana deviene irrupción de lo definitivo, dimensión escatológica.
Inmaculada, virgen, madre, asunta son en María los hitos que marcan el camino entero del peregrinar humano, que corre de la infancia hacia la infinitud: De los niños -como María- es el reino de los cielos. Y los niños son los capaces de ilusionarse sin fin. María se ilusionó sin fin, y por eso se cumple en ella todo lo que se le había prometido (Lc. 1 , 45). Y lo que tenemos prometido es lo que contempló María la noche de la primera Navidad: Dios que nace niño en nosotros.

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